“La Niña de los Fósforos en Nochevieja”.
En una fría Nochevieja, en el corazón de la bulliciosa ciudad, una niña llamada María se encontraba vendiendo fósforos en la calle. Con sus pequeñas manos temblorosas, sostenía un pequeño cesto lleno de fósforos, esperando desesperadamente a que alguien los comprara.
A medida que la noche avanzaba, el frío se intensificaba y María se sentía cada vez más sola y desamparada. La gente pasaba apresurada, sin prestarle atención, mientras ella trataba de llamar su atención con su voz suave y temblorosa.
Sin embargo, a pesar de la tristeza que la envolvía, María nunca perdió la esperanza. Con cada fósforo que vendía, soñaba con un futuro mejor, donde no tendría que pasar frío ni sentirse abandonada en las frías calles de la ciudad.
De repente, en medio del bullicio de la multitud, una mujer se detuvo frente a María. Sus ojos brillaban con bondad mientras miraba a la niña temblorosa. Sin decir una palabra, la mujer tomó un fósforo del cesto de María y le dio una moneda a cambio.
María miró con asombro la moneda en su mano. Nunca antes le habían dado tanto dinero por un fósforo. Con lágrimas en los ojos, le agradeció a la mujer con un tímido “Gracias” antes de que esta se perdiera entre la multitud.
A medida que el reloj daba las doce campanadas de medianoche y la ciudad estallaba en celebración, María se aferraba a la moneda con fuerza. Sabía que esa pequeña muestra de generosidad había cambiado su vida para siempre, dándole la esperanza de un futuro más brillante.
Y así, en esa fría Nochevieja, la niña vendedora de fósforos encontró luz y calor en el corazón de una extraña, recordándole que incluso en los momentos más oscuros, siempre hay bondad y esperanza.